Vino la noche a preguntar porque gritaba tantos nombres en silencio. En cada ocasión aprendió un poco más de una misma respuesta.
Y quiso saber de nuevo; entonces le dije que aquellos casualmente, coincidían con las fotos que saque de mi cajón, le conté de la ocasión en que escribí que no hay tesoro más valioso que no saber olvidar.
Entonces, fue ella quien, respondiendo a sus propias preguntas, dijo:
- Olvidaste lo que olvidaste porque siempre estuviste recordando.
Y le pregunte:
- ¿Será que la mejor forma de olvidar es alimentarse de los buenos recuerdos?
sin responder expuso la única duda restante:
- ¿Entonces de que habla tu silencio?
sin disimular la alegría en mi sonrisa, respondí:
- De los asuntos que quedan pendientes cuando no existió el adiós.
se conmovió tanto que la sentía ofrecerme sus colores, y cuando vino el día... ella también se fue sin despedirse.
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